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La nutrición como determinante de la escolaridad

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Los factores económicos y sociales que inciden en la escolaridad han sido objeto de numerosos estudios; en cambio, se dispone de muy poca información sobre los efectos que tienen la nutrición y la salud sobre la matrícula y los resultados escolares. Es posible que esta falta de información haya contribuido a que, en sus políticas educativas, la mayoría de los países haya prestado poca atención al estado nutricional y de salud de los alumnos. En los países desarrollados se observan en general porcentajes bajos de malnutrición, de carencias nutricionales específicas y de condiciones patológicas que perturban el progreso escolar y amenazaron seriamente la salud pública. En los países en desarrollo (en especial en los sectores de bajos ingresos), las infecciones y la desnutrición tienen muchas veces un carácter endémico. Se observan con suma frecuencia malnutrición por insuficiencia proteíno-calórica (CPC) y carencia de oligoelementos (entre ellos, vitaminas y minerales) (Pellet, 1983). Se producen con suma frecuencia.

infecciones gastrointestinales y del tracto respiratorio superior, lo que acrecienta el riesgo de malnutrición y mortalidad (Ashworth, 1982; Chen y Scrimshaw, 1983). Por eso en estos países, la malnutrición debería ser considerada como un factor que amenaza el futuro educativo de los niños de todas las edades y que debería preocupar a las autoridades de salud pública, nutrición y educación. El elevado porcentaje de malnutrición entre los niños pequeños tiene graves repercusiones en su desarrollo, pues esos primeros años de la vida son fundamentales para su crecimiento y desarrollo. Las aptitudes y actitudes básicas se forjan en la primera infancia; además, en ese periodo del desarrollo hay una gran demanda de energía para satisfacer las necesidades biológicas y sociales de crecimiento y maduración. Asimismo, el contexto socioeconómico de malnutrición adquiere toda su importancia a la luz de lo que se conoce sobre los determinantes ambientales del desarrollo psicobioló- gico. Los niños que sufren de malnutrición pertenecen a las familias con niveles más bajos de ingresos y de educación dentro de la comunidad. Este contexto ambiental puede acentuar los efectos perjudiciales de las carencias nutricionales y viceversa. Como todo organismo vivo, el niño en su maduración biológica tiende a un ritmo normal de desarrollo. En otras palabras, los traumatismos precoces pueden corregirse si el niño es ubicado en un ambiente social benéfico, pero las condiciones ambientales en que viven por lo general los niños desnutridos pueden impedir este proceso de reorientación. En esos casos, las condiciones socioeconómicas de la familia y el medio ambiente biofísico están lejos de ser benéficos. Además, por lo general es raro que este ambiente adverso mejore substancialmente durante el crecimiento del niño. Esta continuidad hace que el desarrollo de los niños que han sufrido de malnutrición no se reoriente hacia la normalidad.

Deficiencias nutricionales

A continuación se describirán sucintamente, la desnutrición proteíno-calórica (CPC), las carencias de hierro, vitamina A e iodo. De estos cuatro tipos de malnutrición, los tres primeros se observan con gran frecuencia en muchos países en desarrollo. La carencia de iodo existe en muchas regiones del mundo, pero con una distribución geográfica más limitada que la insuficiencia proteíno-calórica, la carencia de vitamina A y de hierro. Estos cuatro tipos de malnutrición pueden afectar la evolución y la adaptación del comportamiento del niño. En el presente estudio, sólo se pasará revista a los estudios sobre malnutrición proteíno-calórica, hambre y carencia de hierro. Se excluyen los estudios sobre carencias de vitamina A y de iodo por no disponer de información suficiente y por la índole de sus efectos sobre el comportamiento. Las carencias graves de vitamina A producen ceguera, que impide al niño asistir a la escuela. La carencia de iodo puede provocar cretinismo, que es una forma grave de retardo mental. En el presente estudio nos ocupamos de preferencia de los efectos específicos, leves a moderados, del desarrollo cognitivo que inciden en el proceso educativo de los niños.

Malnutrición proteíno-calórica

La insuficiencia de proteínas y de calorías es el problema nutricional más difundido en los países en desarrollo. Están especialmente expuestos los infantes y los niños de edad preescolar así como las mujeres durante el embarazo y la lactancia. Esta malnutrición, debida en general a una alimentación carencial, se encuentra en los medios extremadamente pobres. La mayoría de los niños que la padecen, nacen y se desarrollan en un ambiente sin higiene y que ofrecen muy pocos estímulos psicosociales y educativos. Además, están constantemente expuestos a agentes generadores de enfermedades infecciosas. Las formas más graves de malnutrición proteíno-calórica son el marasmo, el kwashiorkor y el marasmo con kwashiorkor. El marasmo obedece a una dieta pobre en proteínas y calorías, combinada con muchas otras carencias. El cuadro se caracteriza por un grave retraso del crecimiento. El kwashiorkor se debe fundamentalmente a la ingestión de proteínas insuficiente, si bien puede ser desencadenado por un episodio infeccioso. El retraso del crecimiento suele formar parte del cuadro clínico del kwashiorkor. El marasmo con kwashiorkor es la forma más frecuente de la desnutrición grave y sus síntomas son los de las dos enfermedades mencionadas. En nutrición también se habla con frecuencia de consunción para definir un estado avanzado de desnutrición en los infantes. Se aplica al niño cuyo peso es muy inferior al que le correspondería por su talla y edad. En el cuadro de la página siguiente se presentan las estimaciones sobre consunción relativas a niños de 12 a 23 meses de edad, consignadas por el Unicef en 1984, para países con diferentes tasas de mortalidad infantil. En algunos de los países con tasas de mortalidad infantil superiores a 100 (por mil niños nacidos vivos), las cifras de consunción son sumamente elevadas. De 19 países que figuran en esta categoría, en 12 los casos de consunción son superiores al 10% para el mencionado grupo de edad de 12 a 23 meses.

Lo que se sabe sobre el contexto socioeconómico de la malnutrición permite suponer que la mayoría de los niños con diagnóstico de consunción viven en condiciones de extrema privación social y económica. Es de suponer, pues, que una proporción elevada de los niños de los países mencionados tendrán graves dificultades para adaptarse a las exigencias de la educación escolar.

Anemia ferropénica

De las carencias de oligoelementos, ésta es probablemente la más difundida, tanto en los países desarrollados como en los países en desarrollo. Además, en muchas partes del mundo coexiste con la malnutrición proteíno-calórica y con otras carencias de oligoelementos (vitaminas y minerales). Se estima que en la actualidad hay 1.300 millones de personas en el mundo con anemina ferropénica. No se conocen aún en todos sus detalles las consecuencias funcionales de este tipo de anemia, pero es evidente que reduce la capacidad de trabajo de los adultos y la capacidad de aprendizaje y de atención de los niños. La anemia ferropénica es una forma extrema de la carencia de hierro. Puede haber un déficit del hierro almacenado o transportado sin que la capacidad de la sangre para transportar oxígeno se altere. La carencia de hierro es provocada en general por una ingestión o una absorción insuficientes de hierro. La anemia puede ser causada también por carencia de ácido fólico, en especial en las mujeres embarazadas y en los niños.

Carencia de vitamina A y xeroftalmía

La carencia de vitamina A se observa por lo general cuando los niños, después de la lactancia, reciben una dieta pobre en sustancias animales, legumbres verdes y frutas. Se caracteriza por una disminución importante de la capacidad del organismo para resistir a las infecciones, por trastornos del metabolismo y por lesiones de la córnea que se agravan progresivamente hasta llegar a la ceguera. Por lo general, la carencia de vitamina A se asocia a la malnutrición proteíno-calórica que a su vez acentúa los efectos de la primera. La xeroftalmía se observa con frecuencia en niños de menos de cinco años de edad y es producida por lesiones de la córnea. La agravación de la enfermedad conduce a la ceguera; la lesión es irreversible. Se estima que de las personas que han padecido una xeroftalmía grave, 25% quedan totalmente ciegas y 15% a 25%, con visión reducida. La Organización Mundial de la Salud estima que en todo el mundo hay un millón de niños cuya capacidad visual ha quedado afectada por la carencia de vitamina A. Pero se ignora el número de niños que, por padecer de trastornos visuales consecutivos a carencias vitamínicas, no tienen un buen rendimiento escolar o no pueden asistir a la escuela.

Carencia de iodo y bocio

Una grave carencia de iodo causa el hipotiroidismo, enfermedad caracterizada por la secreción insuficiente de hormona tiroidea. Salvo en los casos en que la glándula tiroides no existe o no funciona, en esta enfermedad aparece un bocio, hipertrofia de la glándula tiroides, debido a su estimulación excesiva. El bocio endémico (que obedece por lo general a una dieta deficiente en iodo) aparece claramente asociado al cretinismo endémico en los estudios estadísticos efectuados en diferentes regiones del mundo (Clements, 1976). El cretinismo se caracteriza por un grave retardo intelectual, disartria y a veces sordera. Debido a sus graves limitaciones intelectuales, los cretinos no pueden por lo general asistir a la escuela. Constituyen un caso elocuente de la manera en que por carencia nutricional el niño no puede beneficiarse del sistema de educación formal.

Extract: SERIE DE EDUCACIÓN SOBRE NUTRICIÓN NUMERO 9 LA NUTRICIÓN Y EL RENDIMIENTO ESCOLAR por Ernesto Pollitt (Ph. D.)

Programa de Educación sobre Nutrición División de Enseñanza de las Ciencias y de Enseñanza Técnica y Profesional Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.

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