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CONSECUENCIAS DE LA MALNUTRICIÓN EN LA PRIMERA INFANCIA Y EN EL PERIODO PREESCOLAR PARA EL RENDIMIENTO ESCOLAR Y LA FUNCIÓN INTELECTUAL

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Las consecuencias que para el niño y el adolescente tiene la malnutrición proteíno-calórica en la primera infancia y en el periodo preescolar, con arreglo a los tests de inteligencia y a la evaluación de los resultados escolares se han estudiado sobre todo en los casos de carencias graves. Como dijimos, una forma grave de malnutrición proteíno-calórica es el kwashiorkor (carencia proteínica), el marasmo (carencia calórica y proteínica) y el marasmo con kwashiorkor que combina los signos y síntomas de ambas enfermedades. Además, no todos los estudios se refieren a mediciones escolares, y algunas se limitan a consignar los resultados de los tests cognitivos o de inteligencia. Estos últimos figuran en la presente monografía sin olvidar que los resultados de los tests de inteligencia son indicadores aproximativos de la capacidad de aprender del niño. En efecto, entre el cociente intelectual (CI) y otras mediciones de la función cognitiva no hay correlación perfecta con el rendimiento escolar y sólo pueden ser considerados como la expresión del potencial de aprendizaje.

De los 13 estudios, a fin de medir los efectos que la malnutrición grave por malnutrición proteíno-calórica tiene en la infancia y en el periodo preescolar sobre el rendimiento escolar y la función intelectual, diez de ellos muestran que en comparación con los niños bien alimentados que sirvieron de testigo, los niños con antecedentes de malnutrición obtuvieron en las pruebas de inteligencia y rendimiento escolar puntajes mucho más bajos. Pero la magnitud del déficit observado en los niños malnutridos no es uniforme. En unos estudios se consignan severos déficits de inteligencia y grandes diferencias en cuanto a función intelectual con el grupo testigo; en cambio, según otros, la malnutrición en la primera infancia tiene consecuencias muy leves. Por ejemplo, Stoch y Smythe (1976) que siguieron durante 15 años los casos de niños afectados de desnutrición grave en la primera infancia, observan que tienen 25 puntos menos de CI que los del grupo testigo. Los varones con antecedentes de desnutrición tienen un CI muy bajo (55,7 de mediana). En cambio, los niños con antecedentes de malnutrición estudiados por Winick y otros (1979), que fueron adoptados por familias de los Estados Unidos de América a través de un organismo coreano, tenían cocientes intelectuales y rendimientos escolares inferiores a los del grupo testigo, pero similares o superiores a los normales en los Estados Unidos de América.

En relación con la índole y la magnitud de las consecuencias de la malnutrición precoz por malnutrición proteíno-calórica, algunos importantes problemas del desarrollo dependen del momento en que se inició la malnutrición, su tipo y su gravedad.

En cuatro estudios (Hoorweg & Stanfield, 1979; Lien y otros, 1977; Nwuga, 1977; y Richardson, 1980) se evaluó la relación entre el momento de la hospitalización (o la adopción) y la gravedad del déficit intelectual. El momento de la hospitalización constituiría un indicador sumario del comienzo de la malnutrición. En tres de dichos estudios se observó que la edad del niño en el momento de su hospitalización no tenía relación con la gravedad del déficit. En el cuarto estudio (Lien y otros 1977), se examinó la relación entre la edad del niño en el momento de su admisión en un orga- nismo de adopción (antes y después de los tres años de edad) por una parte y, por otra, su rendimiento posterior en la escuela y la función intelectual. El análisis comparado tampoco demostró en estos casos que la edad de admisión tuviera efectos apreciables en los resultados escolares o en la inteligencia. Pero en otro grupo de niños sí se observó una relación estadísticamente apreciable entre la edad de adopción (antes o después de los cuatro años de edad) por familias de los Estados Unidos de América y su rendimiento. En los niños adoptados antes de cumplir cuatro años, el CI y los resultados escolares fueron mejores que en los niños adoptados más tarde.

Con respecto a la relación entre el momento de la hospitalización o de inscripción en un organismo de adopción y los déficits de rendimiento escolar o cognitivo, los cuatro estudios mencionados no parecen corroborar la hipótesis de que la cronología de la malnutrición tenga un influencia decisiva sobre la magnitud del déficit ulterior. Pero estas indicaciones deben ser utilizadas con suma cautela, ya que no hay modo de estimar con exactitud la historia del desarrollo y la nutrición de los casos estudiados debido a la índole retrospectiva de los estudios.

Si el momento de la hospitalización no está pues relacionado con el proceso de desarrollo, la gravedad de la desnutrición (medida por el retardo del crecimiento) aparece en cambio como una variable explicativa esencial del desarrollo. Los niños adoptados por intermedio de un organismo coreano a los tres años cumplidos (Lien y otros, 1977) se clasificaron en tres grupos según el grado de retardo del crecimiento en el momento de inscripción en el organismo. Después de la escolarización se observó una relación positiva entre el rendimiento y el cociente intelectual por una parte, y el retardo inicial de crecimiento por otra. En el estudio de los niños adoptados durante los primeros dos años de vida se encontró una relación similar (Winick y otros, 1979). De manera análoga, Hoorweg y col. (1979) observaron que existía una correlación entre la gravedad de la desnutrición (indicada por diversos síntomas y signos) durante los primeros años de vida y el rendimiento intelectual en la escolaridad.

En el excelente estudio que dedica a los niños de edad preescolar recientemente recuperados de malnutrición grave, Grantham y McGregor (1982) examinan la relación existente entre el retardo del crecimiento y los signos clínicos asociados a una grave carencia proteica, por un lado, y por otro el défit de rendimiento intelectual. El retardo del crecimiento es el signo que aparece más directamente relacionado con el déficit intelectual, y permite predecirlo.

Por el contrario, Richardson (1980) no observó que existiera una relación entre el tipo y la gravedad de la malnutrición y el grado de déficit intelectual durante la escolaridad. Para definir el grado de malnutrición se sirvió del peso y la estatura en el momento de admisión en el hospital, parámetros que, conjuntamente con los antecedentes sociales, relacionó con el CI medido en una etapa posterior. El análisis de los efectos de cada una de las variables sobre la variable resultante, teniendo en cuenta los efectos de las otras, mostró que los antecedentes socioeconómicos del niño eran la única variable que incidía de manera apreciable en el CI.

Los estudios que acabamos de resumir no arrojan resultados absolutamente concordantes, pero podemos decir que la mayoría de las observaciones corroboran la hipótesis de que existe una correlación positiva entre la gravedad del déficit nutricional y la importancia de la insuficiencia cognitiva observada en la escolaridad.

En dos estudios efectuados en el Caribe se evaluaron la conducta y el rendimiento escolares de niños con antecedentes de malnutrición grave: uno se llevó a cabo en Barbados (Galler y otros, 1983) y el otro en Jamaica (Richardson, 1980). En el primero, los niños se agruparon por edad, sexo, y el hecho de ser diestros o zurdos; se observó que, en comparación con los grupos testigo, los niños malnutridos tenían problemas más importantes en tres sectores que se relacionan entre sí: la capacidad intelectual, la interacción social y la estabilidad emocional (sobre todo las niñas). En el estudio efectuado en Jamaica se observó que, en comparación con los grupos testigo, los niños malnutridos presentaban cocientes intelectuales y resultados escolares inferiores .

Los otros dos estudios (Bartel y otros, 1977; Das y Soysa, 1978) no indicaron efectos perceptibles de la historia nutricional. Ambos concluyeron que, en materia de cociente intelectual o de otras mediciones de la función cognitiva, no había diferencias entre los niños malnutridos y los de los grupos testigo. En el primer estudio se compararon niños negros malnutridos (kwashiorkor o marasmo con kwashiorkor) con sus hermanos y compañeros sanos de edad similar; en el segundo, se compararon niños hospitalizados con diagnóstico de kwashiorkor o marasmo, con sus hermanos y compañeros bien nutridos. En ambos estudios, los resultados de las pruebas de inteligencia efectuadas en la niñez o al comienzo de la adolescencia no permitieron descubrir diferencias entre los niños malnutridos y los de los grupos testigo.

Influencia del medio familiar

Richardson (1980) mostró que en comparación con las familias de los niños testigo, las familias de los niños desnutridos se encontraban en peor situación económica. Observó además que el medio social y familiar permitía predecir con mayor exactitud el rendimiento escolar que la talla (que es un indicador de historia nutricional). Cuanto mejor era la situación de la familia, mayores eran las posibilidades de rehabilitación intelectual de los niños desnutridos. El análisis de las interacciones entre los antecedentes sociales y la talla, puso de manifiesto que los que estaban peor eran de corta estatura y pertenecían a las familias más desfavorecidas.

En dos estudios sobre la adopción (Winik y otros, 1979; Lien y otros 1977) se observan claramente los efectos benéficos del medio ambiente familiar sobre el desarrollo de las capacidades mentales y los resultados escolares. En ambos estudios se trataba de niños que habían padecido de desnutrición grave en la primera infancia, más tarde habían sido acogidos por un organismo de adopción y después adoptados por familias que satisfacieron sus necesidades fisiológicas y psicosociales. En la escuela se observó que las secuelas del traumatismo nutricional precoz eran muy reducidas y que el rendimiento escolar satisfacía las normas nacionales del sistema de educación formal.

Crítica de los estudios

Todos los estudios incluidos en esta sección se basan en un enfoque metodológico idéntico, a saber, la adopción de un tipo de investigación retrospectiva. Las investigaciones se llevaron a cabo después de que los niños habían sufrido de desnutrición o después de su recuperación. Por eso fue prácticamente imposible que los investigadores demostraran cabalmente que en cuanto a medio social y desarrollo los niños desnutridos y los del grupo testigo fueran equivalentes antes de que la desnutrición comenzara. Es posible que los niños malnutridos hubieran sufrido retardos en el desarrollo antes de serlo; las diferencias observadas en el rendimiento escolar o la medición de la función cognitiva entre los niños desnutridos y los de los grupos testigo podrían no deberse a una historia nutricional diferente. Además, como lo demostró Richardson (1980), hay fuertes razones para suponer que las familias de los niños malnutridos sufren de privaciones más graves que las familias de la misma comunidad pero cuyos niños están bien alimentados.

Conclusiones

Desde un punto de vista estrictamente científico, hay que concluir que, por sus limitaciones metodológicas, los datos procedentes de los estudios examinados no permiten afirmar que la desnutrición sea un factor de riesgo causal para el desarrollo cognitivo del niño. Sin embargo debe reconocerse que la coherencia de los resultados de los estudios es impresionante. En efecto, los datos parecen indicar que, para el desarrollo, la desnutrición es un factor de riesgo y que coexiste con toda una gama de factores ambientales, biofísicos y sociales también perjudiciales para el desarrollo psicosocial del niño. Ninguno de los estudios demuestra categóricamente que la malnutrición precoz tenga consecuencias funcionales a largo plazo, pero la suma de datos disponibles, trátese del desarrollo del niño o de la comprensión del proceso, indica que la malnutrición es un factor de riesgo para la escolaridad.

Fuente: LA NUTRICIÓN Y EL RENDIMIENTO ESCOLAR, por Ernesto Pollitt (Ph. D.)

Programa de Educación sobre Nutrición División de Enseñanza de las Ciencias y de Enseñanza Técnica y Profesional.

Organización de las Naciones Unidas
para la Educación, la Ciencia y la Cultura

 

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